Tamarindo. Otra Mirada
Hospedaje de baulas, surfos y bañistas, Tamarindo es una larga franja de arena blanca con la más larga colección de perros que jamás haya visto. Cada uno recuerda a nuestra Luna, que esta vez se ha quedado con sus amigos en la guardería de verano.
De esta forma, sin faltar los afamados y leales zaguates, merodea desde los primeros rayos de sol, un catálogo de canes que va desde los alegres Labrador Retriever hasta los brabucones Bóxer.
Kala, una American Staffordshire Terrier no pasa del corredor luego de una ajetreada mañana en la arena, y López es un atrevido perro que al menor descuido clava sus narices en la cocina o en la piscina.
A los lejos, mientras los surfos atisban olas, un elegante Gran Danés de insólito pelaje arrebata la atención del errante excursionista.
Es inevitable acercarse a este bello can y acariciar su cabeza. Pero tiene una cola alegre y rápida que no debe zigzaguear a la altura de tus sexos masculinos. El enérgico latigazo que propina esa cola puede conectar, por unos instantes, con esos recuerdos de infancia cuando se recibía ese innoble y desprevenido bolazo en la escuela.
Al recobrar la conciencia, llega la hora de alejarse a prudencia si se quiere llegar con vida al atardecer, momento del esperado paseo a caballo, a distancia de la colas, como indica la lección.
De esta forma, sin faltar los afamados y leales zaguates, merodea desde los primeros rayos de sol, un catálogo de canes que va desde los alegres Labrador Retriever hasta los brabucones Bóxer.
Kala, una American Staffordshire Terrier no pasa del corredor luego de una ajetreada mañana en la arena, y López es un atrevido perro que al menor descuido clava sus narices en la cocina o en la piscina.
A los lejos, mientras los surfos atisban olas, un elegante Gran Danés de insólito pelaje arrebata la atención del errante excursionista.
Es inevitable acercarse a este bello can y acariciar su cabeza. Pero tiene una cola alegre y rápida que no debe zigzaguear a la altura de tus sexos masculinos. El enérgico latigazo que propina esa cola puede conectar, por unos instantes, con esos recuerdos de infancia cuando se recibía ese innoble y desprevenido bolazo en la escuela.
Al recobrar la conciencia, llega la hora de alejarse a prudencia si se quiere llegar con vida al atardecer, momento del esperado paseo a caballo, a distancia de la colas, como indica la lección.