Puerto Rico does it better
Fortaleza del San Felipe del Morro.
¿Cuántas veces no hemos sido los costarricenses confundidos con los puertorriqueños? Seguramente lo mismo ha de suceder a los boricuas.
No culpo a los que se les hace el colocho. ¿Sabe usted la diferencia entre los gentilicios de los habitantes de Afganistán, Azerbaiyán, Turkmenistán, Uzbekistán y Tadjikistán?
Probablemente diríamos “los que ahí están”.
El tema es si existe alguna diferencia entre Costa Rica y Puerto Rico.
Como muchas de las islas del Caribe, Puerto Rico fue una colonia inglesa y española y hoy, como todos sabemos, es un estado libre asociado a los Estados Unidos, pero el aire que ahí se respira, su gastronomía, su música y bailes típicos son tan criollos y latinos como los nuestros.
Cuna de huracanes y cálidamente bañada por el Mar Caribe en Puerto Rico, los boricuas son tan criollos, indígenas y afrodescendientes como el resto de los latinoamericanos.
Sin embargo, hay algo en esta isla tropical, que no tiene el resto del Caribe, Costa Rica y los demás países de la región.
No es Ricky Martin, Joaquin Phoenix, Jennifer López, Iris Chacón, Chayanne o Calle 13, tampoco Barack Obama, el dólar, el moderno tren de Bayamón o la Fortaleza del San Felipe del Morro.
Se trata de cuatro acontecimientos que me relató una amable mujer sobre una calzada colonial del viejo y bello San Juan: el velano, la plimavela, el otoño y el invielno.