El Museo Erótico de Lima
El Museo Larco de Lima, Perú, fundado por Rafael Larco Hoyle en 1926 reserva al final de la travesía algo verdaderamente insólito para nuestras conservadoras molleras.
Al entrar al salón erótico lo primero que se advierte son las risas maliciosas de sus visitantes, caras ruborizadas y avergonzadas y, otras más con sorpresa e incomodidad, pero nadie abandonando el paso.
Se trata de una peculiar colección de objetos que evocan a través de vasos, vasijas y botellas, los diferentes aspectos de la relación que tenían los antiguos pueblos de Perú con el sexo y la sexualidad.
Hombres y mujeres masturbándose, en distintas posiciones sexuales, sexo oral y anal. Hombres con cabeza de pene y mujeres con cabeza de vulva. También hay bellas representaciones del embarazo, parto y maternidad.
Muchas de estas vasijas y botellas se explican porque, en la antigüedad, el acto sexual estaba ligado a los rituales y ceremonias de la fertilidad, a los ciclos de la vida, al nacimiento de los animales y de los alimentos. A otras vasijas y botellas, los investigadores no le encuentran explicación.
En cualquier caso solo dos cosas me han causado conmoción al salir del museo. La sensación de que estos pueblos indígenas fueron muy honestos con la representación artística de su propia sexualidad y, la certeza de que muchos museos del mundo, tal vez el nuestro mismo, mantengan ocultas piezas de este tipo por motivos de absurda censura tal cual las guías de afectividad y sexualidad, o que algún día decidan exhibirlas solo para mayores de 18 años.
Al entrar al salón erótico lo primero que se advierte son las risas maliciosas de sus visitantes, caras ruborizadas y avergonzadas y, otras más con sorpresa e incomodidad, pero nadie abandonando el paso.
Se trata de una peculiar colección de objetos que evocan a través de vasos, vasijas y botellas, los diferentes aspectos de la relación que tenían los antiguos pueblos de Perú con el sexo y la sexualidad.
Hombres y mujeres masturbándose, en distintas posiciones sexuales, sexo oral y anal. Hombres con cabeza de pene y mujeres con cabeza de vulva. También hay bellas representaciones del embarazo, parto y maternidad.
Muchas de estas vasijas y botellas se explican porque, en la antigüedad, el acto sexual estaba ligado a los rituales y ceremonias de la fertilidad, a los ciclos de la vida, al nacimiento de los animales y de los alimentos. A otras vasijas y botellas, los investigadores no le encuentran explicación.
En cualquier caso solo dos cosas me han causado conmoción al salir del museo. La sensación de que estos pueblos indígenas fueron muy honestos con la representación artística de su propia sexualidad y, la certeza de que muchos museos del mundo, tal vez el nuestro mismo, mantengan ocultas piezas de este tipo por motivos de absurda censura tal cual las guías de afectividad y sexualidad, o que algún día decidan exhibirlas solo para mayores de 18 años.