El Nido del Águila
El Nido del Aguila. Es hoy un restaurante.
La fecha de la boda encima y las ansias estaban a reventar.
En pie casi todos los pormenores de la ceremonia: por supuesto primero el traje blanco, luego la capilla, el sacerdote, el menú, las flores y la música.
Sin embargo, era necesario asegurar un pequeño detalle; las imágenes que darían fe del compromiso de amor.
Como cuando se contrata a un nuevo empleado, la joven pareja se entrevistó con el fotógrafo.
El día de la audiencia, luego de saludarlos amablemente en el pasillo, el fotógrafo de no más de seis décadas de edad, hizo pasar a los prometidos a su despacho.
¿El Nido del Águila? , boquiabierto de golpe se preguntó el novio.
Se trataba de una extensa colección de objetos nazis como los que Hitler pudo poseer en su famosa casa de retiro en los Alpes Bávaros. Un recinto forrado de fotografías, armas, banderas, insignias, posters y otras reliquias pertenecientes a este nefasto régimen. Todas originales. Un altar nazi.
De inmediato, el novio, apenas pudo tomar asiento, medio turbado y olvidando la boda por completo, hizo la forzosa pregunta.
“Fui a la guerra, fui de la juventud hitleriana” respondió con orgullo el fotógrafo.
Era el año 2004 y los dedos de la mano no le alcanzaron al enamorado para concluir con certeza que el hombre con un nombre y apellidos castizos y un claro semblante tropical, hubiera coincidido con una guerra que terminó en 1945.
Como Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal del Hitler, el artista que inmortalizaría el casamiento de este cuento, rendía culto al Führer.
La novia, advirtiendo la evidente dispersión de su prometido, torció los ojos con furia para llamarlo a terreno. No había tiempo que perder.
Con todo, el fotógrafo se hizo presente a la boda y realizó un formidable trabajo.
¿Y si la pareja no hubiera solicitado la cita con el fotógrafo?
Caras vemos, credos no sabemos.
En pie casi todos los pormenores de la ceremonia: por supuesto primero el traje blanco, luego la capilla, el sacerdote, el menú, las flores y la música.
Sin embargo, era necesario asegurar un pequeño detalle; las imágenes que darían fe del compromiso de amor.
Como cuando se contrata a un nuevo empleado, la joven pareja se entrevistó con el fotógrafo.
El día de la audiencia, luego de saludarlos amablemente en el pasillo, el fotógrafo de no más de seis décadas de edad, hizo pasar a los prometidos a su despacho.
¿El Nido del Águila? , boquiabierto de golpe se preguntó el novio.
Se trataba de una extensa colección de objetos nazis como los que Hitler pudo poseer en su famosa casa de retiro en los Alpes Bávaros. Un recinto forrado de fotografías, armas, banderas, insignias, posters y otras reliquias pertenecientes a este nefasto régimen. Todas originales. Un altar nazi.
De inmediato, el novio, apenas pudo tomar asiento, medio turbado y olvidando la boda por completo, hizo la forzosa pregunta.
“Fui a la guerra, fui de la juventud hitleriana” respondió con orgullo el fotógrafo.
Era el año 2004 y los dedos de la mano no le alcanzaron al enamorado para concluir con certeza que el hombre con un nombre y apellidos castizos y un claro semblante tropical, hubiera coincidido con una guerra que terminó en 1945.
Como Heinrich Hoffmann, el fotógrafo personal del Hitler, el artista que inmortalizaría el casamiento de este cuento, rendía culto al Führer.
La novia, advirtiendo la evidente dispersión de su prometido, torció los ojos con furia para llamarlo a terreno. No había tiempo que perder.
Con todo, el fotógrafo se hizo presente a la boda y realizó un formidable trabajo.
¿Y si la pareja no hubiera solicitado la cita con el fotógrafo?
Caras vemos, credos no sabemos.