Privilegios de clase y otras incoherencias
Leo se toma su último trago antes de cerrar su equipaje. Son varias piezas, su viaje no es distante, pero va estar lejos de casa por mucho tiempo. Por suerte, su hemana le espera.
El, que siempre se opuso a la investigación con seres humanos porque pensaba que era una cuestión de “conejillos de indios” y “una explotación de la industria farmacéutica”, ahora cree que eso ya no importa. Un disparate. Las posibilidades en su país se acabaron y la ley para las investigaciones biomédicas aun no se aprueba. El no puede esperar más. Su vida se expira.
Un sombrero sobre su cabeza da fe de que lo ha intentado muchas veces. Si, él padece cáncer y su última esperanza se encuentra en una investigación clínica que se llevará a cabo en un país vecino. Por vivir, aunque sea por un rato más, se hace lo que sea.
Jorge y María tienen un hijo y se hospedarán con sus familiares por otra buena temporada. Josesito es un niño de ocho años que padece distrofia muscular duchenne. Hacen lo que sea. Algunos ahorros, la venta de unas propiedades y encomendarles el negocio a una persona de confianza.
Padres e hijo pasan los controles de migración en el Santamaría con la esperanza de inscribirse a tiempo en un estudio que se desarrollará en otro país que parece que ha encontrado respuestas más prometedoras para esta desgraciada enfermedad. También se le expira la vida.
Josesito y su familia no conocen a Leo, pero atinan en la tienda libre de impuestos del aeropuerto. Josesito le prometió una camiseta típica a cada uno sus primos y Leo un “cacique” a su hermana. Irá ser mucho tiempo y va a ser duro. Piensa mejor y decide tomar otra botellita … para celebrar por si todo sale bien.
Dentro de la tienda, Jorge se abre paso con la silla de ruedas de su hijo. Leo accede, lanza su mirada hacia abajo y sonríen mutuamente. Luego de este fugaz encuentro, cada uno continua por la tienda sin caer en la cuenta de que forman parte de un nanotecnológico porcentaje de la población de nuestro país que tiene los medios y los recursos para conseguir el milagro, el cual la mayoría de la población -con sus mismos padecimientos- no puede siquiera ni pensar.
Josesito sigue sin recibir buenas noticias, pero ahoga sus penas en los parques de Disney, mientras Leo se extinguió hace rato en Cuba.