Así se saborea el Mundial de Futbol en un hospital. Para empezar, a esa hora y sobre todo después del triunfo de la Sele solo se presentan las verdaderas emergencias, mientras que a Consulta Externa le sobran las sillas vacías. Luego, al día siguiente, el gentillal es interminable para lograrse una incapacidad.
Con todo, para una inmensa mayoría de trabajadores la jornada es rutinaria: nutrición sigue sazonando el arroz y la papilla siempre bien molida y, la lavadora de ropa sigue expulsando vapor, salvo por dos o tres médicos que se safaron, y otros que al cancelar las cirugías se llevaron el tele de la cocina de la casa hacia el hospital.
Acostumbrados a ver los partidos en la comodidad que ofrece la casa, es a los pacientes a quienes más se les enreda la cosa.
Aquellos que están internados con cirugía programada arriman sus sillas de ruedas, andaderas y bastón hacia el televisor que está justo en medio de la sección entre mujeres y hombres. Sin embargo, en cuidados intermedios e intensivos, como a don Chema, fiel seguidor de Keylor Navas, solo les resta estar pendiente de lo que el camillero les suelte o del grito de algarabía que se escuche abajo.
Todo, claro está, depende del achaque de cada uno, el cual en unos casos se complicará según sea la cantidad y la intensidad de los sustos que el equipo contrincante propine.
En cualquier caso, por unos 90 minutos el hospital deja de lado el sufrimiento, desconsuelo, cansancio y dolor que comúnmente aqueja y agobia a quienes ahí se afanan a su trabajo con amor todos los días, como de quienes por infortunio y desventura les tocó encamarse ese alegre y colorido día.