El concierto por los Derechos Humanos
El 13 de setiembre de 1988 no fue cualquier fecha para un millar de personas de este país. Con cada año que pasa, más y más gente se suma al grato recuerdo del momento que cambió la historia de la música en vivo en este país.
Cursaba el cuarto año de la carrera de Derecho y como tal ya era asistente de un bufete de cobro judicial. Una tarde antes, le confesé a Rita, la dulce secretaria de la oficina, que iría con unos amigos a gramilla y que por lo tanto era necesario hacer fila con tiempo y así no perderse un instante de tan magno evento. Ella fue mi cómplice; le dijo a los jefes que esa tarde yo estaba enfermo y que no podría presentarme a trabajar.
Justo al medio día y en medio de un barrial, con una mochila en la espalda llevaría la lonchera que mi madre con unas bebidas y sándwiches nos preparó a mi hermana Johanna y a mí, me junté con todos mis amigos y conocidos, entre ellos Rodrigo Campos, Javier Varela, Igmar Miller, Jenny Fumero, Emilia Guzmán y otros muchos más que no alcanzo a recordar, quienes nos apretujábamos vorazmente en una de las puertas del viejo Estadio Nacional. Por varias horas perdimos a uno, pero el puesto de la Cruz Roja nos lo devolvió sano y salvo.
Cuando abrieron las puertas nos tiramos salvajemente lo más cerca de la tarima prestos a esperar el ansiado desfiles de artistas.
Habría varias presentaciones nacionales de telonero pero yo solo quería el plato fuerte. Apenas conocía un poco a Youssou N’Dour y solo un par de piezas de Tracy Chapman. Los esperados eran Bruce Springsteen y Sting, pero para mi Peter Gabriel era y sigue siendo el preferido.
Cuando le tocó el turno a Sting con They dance Alone, la emoción fue tan intensa que tiré por los aires la lonchera de mi madre. ¿Qué estás haciendo? Me gritó mi hermana y medio del desorden me zambullí en el molote para buscar el “el gallito”.
Con su vestimenta africana, el momento sublime fue Gabriel con Shake the Monkey. No lo olvidaré jamás. Quedé inevitablemente enganchado desde entonces con Peter; lo he visto una vez en los Estados Unidos y reuno toda su colección de discos y conciertos.
La lluvia fue intensa como la euforia del público, por lo que-al igual que como ha sido nuestra siguiente tradición con mi amigo Rodrigo Campos- nos salimos del estadio justo cuando Springsteen tocaba fuertes sus acordes con Born in the USA.
Hoy, a más de tres décadas de este momento, justo como cuando intento recordar un libro que leí hace varios lustros, no evoco la mayoría de los detalles musicales de este evento, pero si queda en mi memoria el feliz recuerdo de haber asistido con mi gente a una de las citas más afamadas de la cultura musical del país.
En un momento en que la Sala Constitucional aún no existía y mucho menos la Defensoría de los Habitantes, los Derechos Humanos fueron suficientes para justificar esta gesta musical. Hoy, más conscientes de los crecientes desafíos en este campo, no los volvimos a ver; pero, para los que estuvimos ahí ese 13 de setiembre de 88, esto será algo así como el primer beso de nuestras vidas.