La que trae el mensaje
La pequeña de este relato que me fue revelado fue una niña no deseada. Tan común tanto como muchas que siendo deseadas nunca llegan.
Aun cuando no me fuera contado este cuento, puede ser tan real o imaginario como se quiera porque de estraño no tiene nada.
Su padre de 16 años la rechazaba, como podría ser natural a un muchacho que solo sitúa sus hormonas en los mensajes veraneros de “¿así o más pura vida?”.
El caso es que no habría más emisarias, solo una llegaría. Esta pequeña trigueña llegaría justo a tiempo.
A los 18, al padre de la criatura le dice el médico que la quimioterapia acabó con el último de sus traviesos espermatozoides. El daño sería irremediable.
De esto hace tres años, durante los cuales mientras los amigos del chico se enfriaban con cerveza por la tarde y se calentaban con sexo por la noche, su hija fue quien le dio el motivo para escalar la dura pendiente de esta siniestra prueba de vida.
El cáncer y la esterilidad de este chico fueron los emisarios de que en verdad no sabemos lo que la vida trama hasta que nos sorprende con su inapelable veredicto.
Sus amigos, solo traen un mensaje. La vida loca no acaba para ellos.
La niña, por su parte, se encarga de la más importante de las lecciones. De que todo lo que sucede en la vida es siempre por un buen motivo, aunque lo descubramos tarde.
No conozco su nombre, pero esta niña ha de llamarse Gabriela, la que trae el mensaje.
Me pregunto. ¿Traerá más encargos?