Doppelgänger
Como en el extraño caso del Dr. Jekyll and Mr Hyde, de Robert L. Balfour Stevenson, la abuela tenía dos caras.
Reclamaba que el hospital le suspendía el subsidio económico para atender los gastos de traslado al hospital con lo cual no le alcanzaba para atender a la familia. Además, que siempre salía de la farmacia con las manos vacías, dentro de otro montón de canalladas que le hacían los médicos.
Aquella piadosa y angelical cara acabó de sopapo cuando el informe de trabajo social reveló que la anciana donaba parte de su pensión a su hermana, que tenía una arsenal de medicamentos sin consumir en casa, que en contubernio con una taxista presentaba facturas adulteradas para el cobro de los traslados al hospital y que obligaba a sus nietos a pedir limosna cuando la madre de las criaturas salía a trabajar, bajo la amenaza de un fuerte castigo si abrían la boca.
La literatura y la vida están repletas de ejemplos de Doppelgänger, es decir doble personalidad o el otro yo.
Hans Christian Andersen con “La Sombra”, Edgar Allan Poe con “William Wilson”, José Saramago con “El hombre Duplicado”, Oscar Wilde con su maravilloso “Retrato de Dorian Gray”.
Y todos los candidatos a la presidencia cuando llegan a ser jefes de Estado con sus planes de gobierno.