Homenaje a mi sueter Bugs Bunny
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Madrid. Es el invierno de 1998.
“¡Mae ! ¿dónde se ha visto que se puede conquistar a una española con un sueter de Bugs Bunny?” Me increpó mi entrañable amigo Sergito Valverde aquella noche.
Lo que él nunca supo es que fue premeditado. Efectivamente, Bugs Bunny comiendo zanahoria era el perfecto repelente contra las madrileñas Yo la verdad no llevaba la intención de conocer españolas. Lo tuve bien claro desde que puse un pie en Barajas.
El conejo Bugs me dio calor durante las frías noches de marcha madrileña. Fue la prenda para conocer a mujer costarricense.
Para ser honesto, compré ese suéter para mi padre en New York a finales de marzo de 1994. En verdad no me lo hubiera imagino con esta prenda.
Este negro abrigo sigue conmigo, me da calor y es la mejor prueba de que a las “cabezonadas” hay que tenerles fe.
Hoy, cuento con muy buenas amigas españolas que muero por abrazar. Pero dos mujeres costarricenses, una que raptó mi corazón hace años y otra pequeña y trigueña que no para de fastidiarme, son las mujeres de mi vida.
Como en El Alquimista, las respuestas estaban en mi comienzo.
Le debo una al Bugs Bunny.