Heridas del alma
Hace rato que el amor olvidó mi apartado postal. Pues claro con
esta estatura y este zarpazo que la guerra moldeó en mi frente no hay
asombro en concluir que solo sea mi madre quien me cocine una sopa por
las noches.
Por fortuna, esa chica que he conocido puede que de pronto haga que vuelva a coleccionar estampillas como en aquellos mozos años en la marina. Sin embargo, me pregunto una y otra vez ¿qué le habrá encantado de este ensayo de hombre?
Con todo, recobro la esperanza y creo que ha llegado el momento. Muy pronto nacerá el mes en que las aves se preparan para las aguas. Abril es en cualquier caso la primavera.
Cuesta abajo y muy al final de la calzada logro avistar a tres niños que alegremente zigzaguean sus bicicletas, lo cual anuncia que la tarde es fresca aun.
A pesar de lo hermoso del paraje, el aroma de su piel aún permanece preso en mis recuerdos. Abruptamente, mis memorias son interrumpidas por uno de los tres chicos quien exhibe una espeluznante cicatriz en la cara. Sin tiempo para encresparme mucho, justo al bajar de su bicicleta el chico también advierte mi llaga y sin más, me extiende su mano con una carta. Es ella: "amor mío, te esperaré al atardecer en el lugar de siempre. Te extraño antes de que partieras. Ana"
Crei que todo había terminado. Fue cuando el pequeño extraño de la cara herida se retira con un suspicaz pero entusiasta brillo en sus ojos mientras me decía con cándida voz: "gracias papá".
Por fortuna, esa chica que he conocido puede que de pronto haga que vuelva a coleccionar estampillas como en aquellos mozos años en la marina. Sin embargo, me pregunto una y otra vez ¿qué le habrá encantado de este ensayo de hombre?
Con todo, recobro la esperanza y creo que ha llegado el momento. Muy pronto nacerá el mes en que las aves se preparan para las aguas. Abril es en cualquier caso la primavera.
Cuesta abajo y muy al final de la calzada logro avistar a tres niños que alegremente zigzaguean sus bicicletas, lo cual anuncia que la tarde es fresca aun.
A pesar de lo hermoso del paraje, el aroma de su piel aún permanece preso en mis recuerdos. Abruptamente, mis memorias son interrumpidas por uno de los tres chicos quien exhibe una espeluznante cicatriz en la cara. Sin tiempo para encresparme mucho, justo al bajar de su bicicleta el chico también advierte mi llaga y sin más, me extiende su mano con una carta. Es ella: "amor mío, te esperaré al atardecer en el lugar de siempre. Te extraño antes de que partieras. Ana"
Crei que todo había terminado. Fue cuando el pequeño extraño de la cara herida se retira con un suspicaz pero entusiasta brillo en sus ojos mientras me decía con cándida voz: "gracias papá".