Reflexiones sobre violencia y terrorismo
“Yo no sé, ni quiero
De las razones
Que dan derecho a matar
Deben ser la hostia
Porque el que muere
No vive más”
Mecano. 1998.
Parece obvio pero no lo es. Nadie conoce la muerte hasta que se topa con ella. Por esto es que siempre habrá borrachos al volante y gente que no comprenda el dolor que deja el ser querido que abandona un zapato en la calle como prueba de la violencia con que lo mataron.
La violencia forma parte de la vida cotidiana, el terrorismo no. Sin embargo, por culpa de la violencia y el terrorismo vivimos en cautiverio. Existen, eso sí, entre violencia y terrorismo algunos matices.
Dar muerte a una persona es un acto violento, claro está. Pero con su muerte no acaba el crimen, por el contrario se transforma en dolor para los seres queridos quienes lloran su partida y, en el peor de los casos se transmuta en más crimen cuando da paso a la venganza. La violencia deja -por doquier- huérfanos y viudas cada día
El maltrato físico y la humillación emocional, por su parte, nacen en el hogar entre gritos, “coscos” y pellizcos. Es un patrón que va en escalada y que se reproduce, un círculo de violencia que es difícil romper. Las huellas del maltrato emocional son indelebles y quizá más dolorosas que el maltrato físico.
Llamadas telefónicas amenazantes de muerte, violaciones sexuales, personas desde sus domicilios viviendo detrás de barrotes, jóvenes que creen que son dueños de la calle, hombres ebrios al volante, niños linchando a sus compañeros en el aula, otros asesinando al profesor, policías con vara policial en mano, agresiones verbales por internet, pandillas unas contra otras, venganzas por el narcotráfico. Infectar a otro intencionalmente con una venérea.
Ya nadie quiere ser testigo de nada. Las cárceles centroamericanas con plasmas de 42 pulgadas para los criminales que, desde el encierro, lideran las amnistías y las treguas.
Todos son actos violentos. Los actos de violencia tienen en común el dolor que causan, la degradación del ser humano y, sus raíces que por lo general son la pobreza, la poca o ninguna oportunidad de desarrollo digno, desigualdad, corrupción, injusticia y más violencia.
El terrorismo que es un acto violento en particular, en cambio tiene formas más precisas y se le puede definir como la utilización sistemática y organizada de la violencia, amenaza de violencia o terror, contra individuos, grupos o gobiernos para conseguir un objetivo político, nacionalista, suicida o religioso. El terrorismo se ensaña contra la población civil y otras personas clave de la sociedad, sin contemplaciones. El terrorismo cobra peaje al rico, mientras que asesina al transeúnte que cruzaba por la calle ese día.
Tan transnacional es el género de la violencia como el terrorismo que es la especie. Sin embargo, me parece a mí que la humanidad aun sigue estando más amenazada por la violencia generalizada que por el terrorismo.
Los actos de violencia ocurren en todo lugar y a cada momento. Los actos terroristas son igualmente dramáticos y terribles, pero al requierir cierta preparación, no ocurren todos los días ni a cada momento y sus objetivos están bien centrados. Su impacto, además, es distinto.
Peor aún. Algunos líderes mundiales en sus campañas electorales han logrado convencer que el mundo es un lugar más inseguro por culpa del terrorismo. Olvidan esos líderes que el mundo es más inseguro desde que ellos mismos se empeñan a armar a sus países con artefactos militares cada vez más sofisticados para intimidar a nacionales y foráneos. Olvidan que el mundo es un lugar más inseguro desde que niegan a sus pueblos el derecho a la educación, a la salud, a una vida digna y a la paz y de desarrollo.
¿Quién construyó la palabra terrorismo y a quién se le considera terrorista?
Ahora mismo al salir a la calle es más probable que me arrolle un vehículo que un terrorista me ataque. Lo mismo en El País Vasco que en Bogotá.
Como es natural, esta posibilidad se incrementa si me voy para Bagdad, Kenia o Tijuana. Mismo incremento probabilístico de adquirir malaria o Ebola si me voy para el Congo, Liberia o de ser asaltado en Johannesburgo en Sudáfrica.
Así como no existe nada que me asegure que nunca me infectaré por el VIH, no hay garantía contra el robo, el golpe, el accidente, el balazo, la patada o el “madrazo”.
Y en medio de la Plaza Roja en Moscú o en el Central Park de Manhattan, igual cualquiera sería objeto de un asalto o de un grito despavorido de algún conductor de taxi porque se saltó la luz roja, esto si no saca un revolver.
Lo que quiero decir es que el terrorismo no es pandémico. Es epidémico en algunas regiones del mundo. En ciertos lugares ni lo conocen, mucho menos que endémico. La violencia generalizada- en cambio- si es pandémica, recorre todos los rincones del planeta, es contagiosa. Está en todas partes, nadie se escapa. Ahora mismo, en este preciso momento.
De no ser cierta la profecía maya de que un nuevo mundo está por dar inicio, el terrorismo estará muy lejos de ser erradicado. Con lo cual, es cierto que es una amenaza latente, pero de ahí a argumentar que es un desafío más serio que la violencia generalizada y del cual no puedo escapar, como dice por ahí un profesor de una universidad escocesa, es pretender justificar la guerra, la invasión, la carrera armamentista y Guantánamo.