En honor a Elvira
Si nadie cuenta con una mejor explicación, a continuación el relato por el cual el Rio Durazno pasó a llamarse Rio Virilla.
Frontera del destierro, mejor lugar no se pudo haber elegido a principios de los ochenta para ubicar a un centro penal como “La Reforma”. Cerca de la Guácima ¿ha logrado usted ver el río alguna vez?
Este cañón nos recuerda la grosera división de clases sociales. El satélite de Google deja constancia como Costa Rica, al igual que la famosa avenida del SOWETO sudafricano o los túneles en Río de Janeiro, el Virilla -en intervalos de su recorrido- recuerda que ya no somos tan igualiticos.
En cuanto a su nombre, tal parece que ya para cuando en 1926 con la tristemente conocida tragedia del descarrilamiento del tren que por ahí pasaba con un saldo de 428 víctimas, cuando el rio “se tiñó de rojo”, ya el Virilla llevaba este nombre.
José Figueres Ferrer nos lo recuerda en su cuento histórico de 1975 “Cubaces Tiernos en Abril”, cuyas imágenes de esta tragedia aun guardo en mi memoria desde que leí este relato hace varios años.
En cuanto a la leyenda, se cuenta que allá por los albores de la independencia Elvira Torres y su hermana se montaron una casa de citas en las cercanías del cauce del cañón.
Cuenta el cuento que Elvira era bien hermosa y el lugar muy frecuentado por los hombres que pasaban por ahí con sus carretas.
“Démonos una vuelta por donde Elvirilla” decían quienes debía pasar el río.
Como era de esperar, el cura de Cubujuquí advertía en el sermón dominical: “ay de aquellos que se dejen tentar por el demonio y vayan donde Elvirilla. El fuego del infierno será su castigo”
Con los años la casa de citas desapareció, según se cuenta, pero aun algunos hablan del alto de Elvirilla.
Existen aun por ahí “boletos de pago” con el nombre “Virilla” como forma de retribución a los recolectores de café, los cuales fueron muy populares luego de la segunda mitad del siglo XIX.
Vamos un poco más allá con la historia.
Como una manifestación de doble moral y discriminación contra las mujeres con la cual se enfrenta aun la cuestión del trabajo sexual, no sería extraño sospechar que Elvira pudo haber sido un caso de destierro al borde del precipicio tal cual “La Reforma” de hoy.
Esto como consecuencia de su comportamiento “ilícito” y “bárbaro” según se decía, como le sucedió a “Las Pavas” y otras mujeres que fueron confinadas a Limón y San Ramón, incluso ya avanzado el siglo XX, por el ejercicio de la prostitución.
Por este motivo, no extrañe a nadie que si algún día un político de turno llegase a resolver el problema de la “platina”, con un puente de 8 vías, un veloz monorriel o un teleférico sobre el Virilla con alguna donación china o cosa parecida, no faltará que además de mandar a colocar una placa con su “gracias a mi” , acompañado de un corta cintas o para vanidad en sus encuestas, proponga cambiar el nombre del Río Virilla por el del Rio Platina, si es que no propone el de su bautizo.
Si esto sucede, en honor a la memoria de Elvira, aunque esta fuera una leyenda, su nombre ha de ser defendido.