25 rosas y una carta
¿Quién no gusta de historias de amor y finales felices?
¿Quieren saber de ésta?, ¿espero que estén seguros? Luego no me vayan a reclamar, que no tengo peculio con qué responder.
Yo no fui su protagonista, tampoco me fue contada. Pero si fui el celestino.
En España Nacho vivía solo hasta que yo arribé. En San José ella vivía con sus padres esperando por largos años que él le propusiera matrimonio en una romántica fecha del almanaque.
Al expirar mi tiempo peninsular, regresé con un peculiar encargo:
- Cómprale 25 rosas rojas a ella cuando llegues a San José- me dijo.
- ¿Por qué 25 y no 12, 6 o 20? - intrigado le pregunté.
- Con cada envío, le sumo una rosa más. Con este serán 25 envíos de rosas- quedé satisfecho con la respuesta - Y muy original- pensé
Conseguir las 25 rosas fue de lo primero que hice apenas puse un pie en Costa Rica. Sin carro, una buena amiga me transportó al destino integrando la comitiva que llegaría con el rosáceo compromiso.
Al tocar su puerta, y ver aquellas flores que pesaban casi como un collar de cocos, sorprendida, ella me expresó con furia:
- Pero ¿cómo?, ¿Nacho no recibió mi carta en la que yo daba por terminada definitivamente mi relación con él?
Como las aves que migran por el mundo, en algún lugar de los cielos, sabe Dios dónde, este tierno encargo se cruzó sin avisar con aquella triste y desconsolada carta escrita a mano.
No hubo 26 rosas.