El secreto de Cupido

El Ángel de la Guarda y Cupido, su primo pagano, en ocasiones suelen andar juntos.
Hace varios años para un 14 de febrero, preocupado porque no tenía nada para mi prometida -al filo de la tarde- me fui a una de esas tiendas desbordadas con rojos corazones, tiernos peluches y tarjetas de amor eterno.
Luego de elegir lo más romántico, advertí el gentío que hacía fila en la caja. ¡Qué va! Pensé ¡Me voy, veré con qué otra cosa la sorprendo! Y de inmediato me largué.
Pocos minutos después, desgraciadamente ese gentío quedó despojado de sus carteras, billeteras, joyas y celulares.
Por la noche, los noticieros anunciaron que esa tienda -al filo de la tarde- había sido tomada por unos asaltantes quienes, con arma en mano, pasaron el cerrojo a la puerta.
¡Que indignante atraco al corazón!
Seguramente, la romántica velada de toda esta desventurada gente trascurrió en medio de llamadas a sus abogados y a las compañías de tarjetas de crédito y de teléfono.
Por el contrario esa noche, yo sin flores ni tarjeta de amor, gracias a mi Angel de la Guarda, le aseguré una cita romántica a mi prometida.
Ese afortunado día, me fue revelado el secreto de Cupido.
Para disfrutar de una fantástica noche con la pareja en realidad es necesaria una perspicaz mezcla de imaginación, magia, encanto y sorpresa.
Y la verdad, se ocupa poco menos que nada cuando los novios, luego del pinchazo de Cupido, beben el coctel embriagante de la pasión.
Cuando esto ocurre, la celebración de San Valentín se extiende por todo el año.