El giro y los Legos
Mi madre y yo con escasos 10 años, acabábamos esa tarde en La Librería Universal para que ella me comprara el Lego City del mes.
Antes pasábamos al Café Chelles por un cafecito y un arreglado.
Estación que no era posible sino luego de una cola en la Pagaduría Nacional.
Esta regular aventura empezaba en la Escuela España, cerca del antiguo Paseo de los Estudiantes. Ahí mi madre y yo realizábamos este periplo con una larga fila de maestros a lo largo de todos sus corredores hasta llegar al ansiado pupitre donde el pagador entregaba a mi madre el “giro” del mes, un cartón ahuecado con los datos de su salario.
Mi colección de Lego City era la envidia del barrio porque mi madre y yo hicimos esta fila por un alegre sinnúmero de meses.
Mi madre y yo con escasos 10 años, acabábamos esa tarde en La Librería Universal para que ella me comprara el Lego City del mes.
Antes pasábamos al Café Chelles por un cafecito y un arreglado.
Estación que no era posible sino luego de una cola en la Pagaduría Nacional.
Esta regular aventura empezaba en la Escuela España, cerca del antiguo Paseo de los Estudiantes. Ahí mi madre y yo realizábamos este periplo con una larga fila de maestros a lo largo de todos sus corredores hasta llegar al ansiado pupitre donde el pagador entregaba a mi madre el “giro” del mes, un cartón ahuecado con los datos de su salario.
Mi colección de Lego City era la envidia del barrio porque mi madre y yo hicimos esta fila por un alegre sinnúmero de meses.