In memoriam del mar
Querida hija Isabella. Deseo hablarte de mi tío Bernardo Valerio. Hermano de “Tata”. Murió el 14 de diciembre de 2012 a los 78 años. Muchos males le aquejaban, pero de eso no tiene caso hablar ahora.
Quiero que conozcás mis aventuras de niño a su lado.
Fue un hombre brillante y el mejor hermano de “Tata”. Amante de los niños, reía sabrosamente con ellos. Era un devorador de libros. Sobre todo, era un misterio no saber dónde obtenía tan particulares y sorprendentes obras literarias que luego intercambiaba con “Tata”.
Fue además, un incansable trabajador del cálculo contable y financiero.
Al póker, ron o pokino le hacía miles de algoritmos y cálculos probabilísticos. Sin embargo, era mi abuela Carmen la que se llevaba la banca la mayoría de las veces. Las reuniones en su casa para que los grandes jugaran a los naipes hasta el alba eran mi mejor excusa para pedir a mis primos un campito entre sus cobijas.
De niño, muchas cosas aprendí a su lado, pero sobre todo el mar me recuerda a él.
Creo que mi tío fue quien mejor desarrolló en la familia el placer por la pesca y la navegación. Recuerdo una vez una mantaraya que por error cayó en su señuelo.
Buceamos juntos en un lugar llamado Cahuita. Con él supe por primera vez lo extraordinario, variado y multicolor que es el mundo marino: sumergidos bajo en agua, él me mostraba las blancas estrellas de mar y los bancos de peces de todas las variedades. Por primera vez conocí un Tiburón, un pez vela y un erizo de mar.
Junto con “Tata”, fue además mi primer instructor de natación en un río llamado Guacimal, el cual baña un pueblito rural de Puntarenas del mismo nombre, donde también mi tío me motivó a montar a caballo.
Con su grave, pausada y cauta voz, un tremendo sentido del humor, ese gracioso bigote y un cigarro en la mano, le recordaré por siempre.
Casualmente, la última vez que lo vi yo andaba con vos. Fue muy cerquita del cielo. En la última gradería del Teatro Nacional cuando disfrutando el Cascanueces, sin saberlo, estrechamos manos para despedirnos.
Ha de estar en el cielo sacando cuentas de cuánto tiempo lleva ahí.
Y en el tiempo libre debe estar leyendo el compendio de la vida de cuantos quedamos por aquí.
Estas son, Isabella, las memorias de mi tío Bernardo Valerio, con quien espero algún día retomar aventuras para -si Dios quiere- algún día nadar, pescar y bucear de nuevo en la blanca y divina gloria.