Sao Paolo, Brasil

En la Estación Central nunca vi nada parecido, tal vez es que no he visto el peregrinaje a La Meca. Miles de personas se empujan para tomar el tren de regreso a sus trabajos. Calda el que sea cae. Con razón Dora en la película del mismo nombre encuentra trabajo escribiendo cartas para los que no saben hacerlo.
Los ejecutivos salen a almorzar en helicóptero. Perdí la cuenta del tiempo entre el aeropuerto y el hotel, y al subir al último piso de un rascacielos no pude reconocer las fronteras de la ciudad.
A pesar de todo esto, la ciudad tiene parques maravillosos, impresionantes museos de historia y arte, y la variedad de jugos naturales más extensa que he conocido.
En el mercado compré una muñeca de trapo llamada Isabella con la esperanza de tener una hija algún día con ese nombre.
Sin pensarlo traje conmigo la elevada fertilidad de esa ciudad, la que yo tanto necesitaba.
Tal vez habrán sido los jugos.