Sueños de promiscuidad a calzón quitado
Tuve un sueño. No estaba solo, pero terminé en medio desierto.
En mi sueño, me encontraba en medio de una reunión con muchos entendidos y activistas de derechos humanos y VIH-sida. Recuerdo a unas dos o tres queridas personas con VIH-sida, un afamado activista gay, funcionarios de organizaciones no gubernamentales y muchos burócratas, como suelen ser estos imperecederos diálogos.
Hice oir mi voz en varias oportunidades según lo recuerdo. La última vez, haciendo referencia a una antigua y absurda ley, valiente y ingenuamente creyendo hacer empatía con el resto, afirmé que yo y otro montón de personas más no hubiéramos podido donar sangre en esa época por considerarnos promiscuos, término que era empleado por la citada legislación.
Luego surgió un fragmento del sueño bien vago. Quise despertar. En esta parte de mi sueño, todos estallaron de risa. De repente, una buena amiga aparece en mi sueño y me advierte lo que ha sucedido..
Como si yo hubiera sido el único en esa sala que estuvo expuesto a la infección del VIH-sida caí en el abismo de las pesadillas.
Los decibeles de la risa me despertaron. -Que dicha todo fue un sueño- me dije.
Abrí los ojos, me incorporé y como un Déjà vu, seguí participando de la reunión.
Al despertar, todos reían a carcajada batiente como si fuera yo el bufón, mientras otros intentaban lanzarme la primera piedra. Los no promiscuos, claro está. Los otros.
El ámbito técnico del VIH y el sida tiene dos portadas. La profesional, la que encarna el experto y, la personal, la que nunca se desnuda. La primera se lleva con la computadora, la segunda con la conciencia. A veces se apiñan. Harán corto circuito si no queremos arriesgar las vanidades personales por resistirnos a correr el velo de los secretos del bar, de la discoteca, de la alcoba, de la infidelidad, del sexo al son de las olas de mar, de los “tragitos” y el “pito” para tomar valor, de la paga cuando el amor no es habido. De la canita al aire aunque no tengamos un condón y por el amor para no nos abandone.
En reuniones de alto nivel del VIH-sida he escuchado revelaciones inconfesables. Pecados sin indulgencia ni clemencia. Personas a candor perdido, con mucha credibilidad, con medallas y con valor que lo han dicho todo. Con empatía, para que los demás no dejen prenda puesta y así escribamos con la misma letra
Las dos portadas del ámbito técnico del VIH y el sida se fundirian indisolublemente en una sola si fueramos honestos con nosotros mismos y con los demás. Como el amor. De ser genuino dependerá de que expresemos lo mismo que realmente sentimos.
Es imposible. No todos los sueños se hacen realidad.
La promiscuidad nada tiene que ver con el homosexualismo y pocos, muy pocos quedan excluidos.
¿Quién en este pagano mundo, repleto de tentaciones y pasiones, no ha gozado los placeres romanos de las múltiples parejas o, ha tenido al menos una relación sexual insegura con aquel cuerpecito que al final de la barra libra una copa con el mesero o, más común aun con aquel amor que amamos locamente antes de pasar al siguiente como si fuera una cuestión de catar vinos a ver cual ofrece la uva más sabrosa y jugosa?