Cadena perpetua y mareas negras
De sol a sol, a todos los chicos menores de edad que cometen un delito se les llama “chapulines”.
Era el año 1991, cuando la represión y la golpiza policial estaban de moda y eran la usanza con la intensión de aplastar a algunos grupos de población. Cuando en los bares gay, de pronto había más policías que clientes.
Esa vez, un grupo de fans del rock se reunió en un gimnasio o al algo parecido a deleitarse un rato con el metal, cuando súbitamente todos fueron arrestados y encarcelados porque el evento no tenía la aprobación del poder formal. Los recibimos en la Defensoría de los Derechos Humanos del Ministerio de Justicia para luego dialogar con los represores. Pero, el daño ya estaba hecho.
Desde entonces, los “camisetas negras” son mal vistos, como si se tratara de una secta extraña y diabólica o alguna de esas babosadas. A estos roqueros, algunos les temen como a los pandilleros de las motocicletas, quienes gracias a Hollywood se les tiene por pendencieros, así como todos los tiburones y pirañas asesinan y almuerzan gente.
Esta es la contrariedad de los predictores. Una vez que la vimos y se nos vende una imagen de esa persona, el inconsciente se queda con esa primera fotografía, difícil de borrar. Cuando se conoce a alguien, dicen los psicólogos sociales, la impresión que se tiene al final no es muy distinta de la primera. Esto se explica por ese poder prerracional de los seres humanos a formarse juicios sólidos desde el principio y permanecer con ellos ad perpetuam, afectando y determinando todas las demás impresiones que luego se suman con el tiempo.
En otras palabras, la primera impresión sirve para condenar a las personas (si nos cayó mal desde el principio) o para justificarle todo (si nos cayó bien). A esto, se le llama error fundamental de atribución, ese indicativo de que la portada del libro dará cuenta de la historia.
Esa primera impresión siempre queda, como una condena sin indulto pues se suele subestimar el papel que desempeña el contexto y la capacidad de mostrar otra cara. ¡Es que es un pedante, siempre lo ha sido!, ¡pobrecito es que siempre le costó mucho!
Esta también es la complicación humana en la que quedamos sumergidos todos por esa tendencia a las generalizaciones y los estigmas sobre las otras personas.
Una vez etiquetado una persona, todas las personas quec cuentan con las mismas características, serán por ende, por los siglos de siglos, iguales e inalterables.
Los millares de amantes del rock pesado y las “camisetas negras” de todo el mundo está constituido por gente de todos los tipos, todas las edades, las clases sociales y de todas las profesionales y oficios.
De esta forma mueven la cabeza de arriba a abajo, médicos y abogados, padres de familia, trabajadores, amantes, comerciantes, bohemios, borrachos, pintores, escritores, gente seria de la política y de la farándula y, todos los hombres y las mujeres de bien que juramos conocer al dedillo.
Ahh!!! y si anda buscando trabajo, más vale que muestre una buena sonrisa a los cinco primeros segundos de la entrevista.