La tabla de los horarios
Un horario no es otra cosa que esa distribución de los días y las horas en que se presta un servicio o se debe realizar una actividad o un trabajo. Ese cartel que recoge esta distribución, generalmente representada en forma de una tabla.
Los horarios; para eso se hacen, para ser cumplidos.
Transcurridos varios años desde su despedida, aún sigue ahí. Lo sé porque en mis sueños me sermonea como nunca en su vida lo había hecho.
Mi tío Eduardo Valerio Avendaño murió el 13 de mayo de 2010. Resuelto a agonizar, luego de un ondulante final, lo preparó todo justo antes de ocupar una camilla de hospital.
Amante incondicional de la malta, de la nicotina y el alquitrán, se le encontraba siempre preparando suculentos platillos que anegaban la mesa y tupían la barriga. Sopas de mariscos, ensaladas rusas, todo tipo de pastas y arroces formaban parte de su distinguido menú.
Antes, decenas de comensales estimulábamos el apetito mientras esperábamos verle cocinar.
Luego, esas prolongadas sobremesas. Entre enojos y sonrisas, mi tío de tartamudeo hablar, lideraba interminables y acaloradas discusiones políticas,
Miembro riguroso de mesa de conteo de votos para las elecciones, antiliberacionista y socialista hasta los huesos, odiaba por sobre todo a los Estados Unidos. Eligió el francés como su segunda lengua y me amonestaba con frecuencia por mi pésima pronunciación. Ese sentimiento galo lo llevó a la Torre Eiffel justo cuando culminó su carrera.
Otros viajes le siguieron, posiblemente aquí empezó el periplo de su alma.
Como muchos de los de mi familia, eligió las aulas como escenario profesional. Sus cosechas, empero no estuvieron aquí. Sin embargo, profundamente ilustrado, era la enciclopedia de cualquiera que quisiera conocer de historia universal, literatura y arte. En la Plaza de Trafalgar, en Londres, le recordé.
Un cosa más. Los horarios. Mi tío hacía algo que sólo él sabía hacer. Había patentado un ingenioso mecanismo, hoy rudimentario para los tiempos modernos, de organizar los horarios de decenas de escuelas y colegios del país. En una fila las horas y en una columna las materias, justo antes de iniciar el periodo lectivo, las paredes de su casa quedaban cubiertas por unas enormes pizarras dónde él colocaba fichas de colores con códigos, para mi secretos, que llegarían a ser el arreglo con el cual miles de profesores y alumnos podrían conocer cuándo recibían las materias, y sobre todo a qué hora sería el recreo.
Posiblemente con su muerte se acabaron estas enormes pizarras. Hoy, alguien con algún programa informático, ha de sacar la tarea con menos tiempo y sin dolor de cabeza.
En cuanto a él, mi tío no cumple con su propia de tabla de los horarios. Las almas de las personas con vidas muy intensas suelen continuar viajando, logrando que los sueños sean realidad.
"Il faut faire de la vie un rêve, et faire d'un rêve une realité"
(Hay que hacer de la vida, un sueño, y de un sueño, una realidad)
Georges Clemenceau
Primer ministro y jefe de gobierno francés
(1841- 1929)
Los horarios; para eso se hacen, para ser cumplidos.
Transcurridos varios años desde su despedida, aún sigue ahí. Lo sé porque en mis sueños me sermonea como nunca en su vida lo había hecho.
Mi tío Eduardo Valerio Avendaño murió el 13 de mayo de 2010. Resuelto a agonizar, luego de un ondulante final, lo preparó todo justo antes de ocupar una camilla de hospital.
Amante incondicional de la malta, de la nicotina y el alquitrán, se le encontraba siempre preparando suculentos platillos que anegaban la mesa y tupían la barriga. Sopas de mariscos, ensaladas rusas, todo tipo de pastas y arroces formaban parte de su distinguido menú.
Antes, decenas de comensales estimulábamos el apetito mientras esperábamos verle cocinar.
Luego, esas prolongadas sobremesas. Entre enojos y sonrisas, mi tío de tartamudeo hablar, lideraba interminables y acaloradas discusiones políticas,
Miembro riguroso de mesa de conteo de votos para las elecciones, antiliberacionista y socialista hasta los huesos, odiaba por sobre todo a los Estados Unidos. Eligió el francés como su segunda lengua y me amonestaba con frecuencia por mi pésima pronunciación. Ese sentimiento galo lo llevó a la Torre Eiffel justo cuando culminó su carrera.
Otros viajes le siguieron, posiblemente aquí empezó el periplo de su alma.
Como muchos de los de mi familia, eligió las aulas como escenario profesional. Sus cosechas, empero no estuvieron aquí. Sin embargo, profundamente ilustrado, era la enciclopedia de cualquiera que quisiera conocer de historia universal, literatura y arte. En la Plaza de Trafalgar, en Londres, le recordé.
Un cosa más. Los horarios. Mi tío hacía algo que sólo él sabía hacer. Había patentado un ingenioso mecanismo, hoy rudimentario para los tiempos modernos, de organizar los horarios de decenas de escuelas y colegios del país. En una fila las horas y en una columna las materias, justo antes de iniciar el periodo lectivo, las paredes de su casa quedaban cubiertas por unas enormes pizarras dónde él colocaba fichas de colores con códigos, para mi secretos, que llegarían a ser el arreglo con el cual miles de profesores y alumnos podrían conocer cuándo recibían las materias, y sobre todo a qué hora sería el recreo.
Posiblemente con su muerte se acabaron estas enormes pizarras. Hoy, alguien con algún programa informático, ha de sacar la tarea con menos tiempo y sin dolor de cabeza.
En cuanto a él, mi tío no cumple con su propia de tabla de los horarios. Las almas de las personas con vidas muy intensas suelen continuar viajando, logrando que los sueños sean realidad.
"Il faut faire de la vie un rêve, et faire d'un rêve une realité"
(Hay que hacer de la vida, un sueño, y de un sueño, una realidad)
Georges Clemenceau
Primer ministro y jefe de gobierno francés
(1841- 1929)