Fidel vitoreado por su ignorancia
Es la inauguración del II Foro Latinoamericano y Caribeño de VIH/SIDA, en Cuba en el 2003.
En un abarrotado salón propio de la arquitectura socialista, con un mosaico de expresiones que iban desde la tendencia futurista “meyeriana” hasta un decadente recuerdo de las décadas pasadas del frío e indiferente estilo de la cultura soviética, todos los invitados esperábamos escuchar con ansia, emoción y malicia, la voz del único que no atravezó el muro.
¿ Quién no ? Con o sin invitación, desde el Papa Juan Pablo II, hasta Joaquín Sabina, y Ted Turnner, poseedor de la mitad de los Estados Unidos, fueron a tratar con él o quizás solo a conocerlo.
Cuando Fidel Castro nos dio la bienvenida a cientos de asistentes, lo hizo para afirmar con tomo de reposado chiste de que no sabía absolutamente nada de SIDA.
Al escuchar semejante confesión, el público lo ovacionó con locura y frenesí mientras otros lloriqueaban como si tratara de los Beatles. Pero aún faltaba el plato fuerte; los interminables desfiles de los becados latinoamericanos, incluidos algunos ticos, eternamente agradecidos con este carismático mortal.
Nunca pudo acertar con algo de fondo, un verbo sustantivo, una parábola constructiva, un edificativo o propositivo mensaje para este mundo. Pero, aprovechó cada espacio para engordar su ego con la ovación religiosa de las masas capaces de inmolarse en su nombre sacrificando su cuello con un lazo rojo del sida, mientras se alimentaba del fracaso del capitalismo para emitir inteligentes mensajes contra el imperio.
El público quedó extasiado y yo no lo podía creer.