Contraportada
Todos poseemos un tema dominante y recurrente al expresar nuestras opiniones, un leitmotif. Por esto, la opinión que forjamos de nosotros mismos y la que construimos de los demás se funda en parte en esta machacadera de opiniones que a veces oímos repetir a la gente una y otra vez.
La etiqueta –en suma a lo anterior- es la mejor forma, la más simple, de comprender y explicar la realidad. Asi encontramos a los que hablan solo de mascotas, religión, política, música o futbol. Y listo, quedamos etiquetados de “panderetas”, “vagos”, “fiesteros” o “aburridos”.
Por esto, cuando el día en que Peter Singer escribió en La Nación sobre Surf, solo pensé en dos cosas: 1) en un análisis bioético del deporte y del cuidado de los mares o, 2) en un error material del diario atribuyendo al autor un artículo ajeno.
Ninguna de las anteriores. Esta vez, Singer se apartó de su tradicional discurso para hablar de algo absolutamente inesperado para sus lectores.
Confieso que me tomó trabajo llegar al final de su artículo. Yo esperaba de Singer algo sobre el atentado en París, las relaciones Cuba y EUA, aborto o pedofilia en sacerdotes como es su costumbre.
Nuestra mente no soporta la disonancia, lo hace para protegeros y darnos seguridad. Cuando nosotros mismos vacilamos o estamos a punto de cambiar nuestra opinión, volvemos a nuestro estado natural sobre todo si pensamos que ese cambio de opinión no le gustará al grupo al que pertenecemos. No queremos correr el elevado riesgo del rechazo.
Incluso aunque nadie brinque. Si toda la vida he vestido de corbata, dejar de usarla me provocaría una disonancia interna tan fuerte que, para combatirla, saldría de inmediato a la tienda para comprar un par de nuevas corbatas.
Por eso es que seguimos siendo católicos o evangélicos, saprissistas o liguistas, liberacionistas o socialcristianos, por poner algunos ejemplos y además, visitamos cada día Google o Facebook para encontrar razones que justifiquen y refuercen nuestra posición.
Con todo , no somos químicamente puros, cada uno de nosotros cuenta con una buena mezcla de humor y seriedad, ocio y actividad, amor y odio, fe y duda.
La contraportada de un libro no aparece siempre en blanco.
La etiqueta –en suma a lo anterior- es la mejor forma, la más simple, de comprender y explicar la realidad. Asi encontramos a los que hablan solo de mascotas, religión, política, música o futbol. Y listo, quedamos etiquetados de “panderetas”, “vagos”, “fiesteros” o “aburridos”.
Por esto, cuando el día en que Peter Singer escribió en La Nación sobre Surf, solo pensé en dos cosas: 1) en un análisis bioético del deporte y del cuidado de los mares o, 2) en un error material del diario atribuyendo al autor un artículo ajeno.
Ninguna de las anteriores. Esta vez, Singer se apartó de su tradicional discurso para hablar de algo absolutamente inesperado para sus lectores.
Confieso que me tomó trabajo llegar al final de su artículo. Yo esperaba de Singer algo sobre el atentado en París, las relaciones Cuba y EUA, aborto o pedofilia en sacerdotes como es su costumbre.
Nuestra mente no soporta la disonancia, lo hace para protegeros y darnos seguridad. Cuando nosotros mismos vacilamos o estamos a punto de cambiar nuestra opinión, volvemos a nuestro estado natural sobre todo si pensamos que ese cambio de opinión no le gustará al grupo al que pertenecemos. No queremos correr el elevado riesgo del rechazo.
Incluso aunque nadie brinque. Si toda la vida he vestido de corbata, dejar de usarla me provocaría una disonancia interna tan fuerte que, para combatirla, saldría de inmediato a la tienda para comprar un par de nuevas corbatas.
Por eso es que seguimos siendo católicos o evangélicos, saprissistas o liguistas, liberacionistas o socialcristianos, por poner algunos ejemplos y además, visitamos cada día Google o Facebook para encontrar razones que justifiquen y refuercen nuestra posición.
Con todo , no somos químicamente puros, cada uno de nosotros cuenta con una buena mezcla de humor y seriedad, ocio y actividad, amor y odio, fe y duda.
La contraportada de un libro no aparece siempre en blanco.