Monteverde. Otra Mirada
Justo antes del crepúsculo, cuando algunos pocos rayos de sol apenas le restan al día, desde un rincón escondido en Monteverde una loca aventura está por iniciar.
Es el momento cuando los guatusos se preparan para descansar luego de una ajetreada jornada para dar lugar a los amantes de la oscuridad.
Linterna en mano los exploradores siguen de cerca el paso del guía quien en su mochila guarda un botiquín de primeros auxilios, por si las moscas.
Primero le toca el turno a las aves quienes dando vida al refrán, literalmente clavan pico. Luego sobre el camino conoceremos los moradores del barrio: armadillos, mapaches, zorros grises, pizotes, tarántulas y otros no muy amigables bichos que inquietos ante los intrusos se abren paso por doquier.
Al fondo se escucha un salto de agua que da cuenta de la fuerza de su caída. Luego al paso surge el estanque de las ranas perdidas; se trata de algunas especies a punto de despedirse por completo del planeta Tierra pero que en esa laguna encontraron la oportunidad que esperaban.
La gran sorpresa como en los mejores circos, queda para el final. Es cuando el trayecto concluye con el Ficus, un esplendoroso árbol conocido como el “ahorcado” porque en su vientre yace el árbol que devoró. ¿Alguna vez ha estado en el estómago de un árbol? Posiblemente tiene unas 500 navidades y no para de almorzarse a su víctima. Empieza desde la copa y extiende sus raíces sobre nuestros pies. Mejor no quedarse mucho rato, puede que le gustes.
Es el mejor paseo noctámbulo que jamás tuve.
Es el momento cuando los guatusos se preparan para descansar luego de una ajetreada jornada para dar lugar a los amantes de la oscuridad.
Linterna en mano los exploradores siguen de cerca el paso del guía quien en su mochila guarda un botiquín de primeros auxilios, por si las moscas.
Primero le toca el turno a las aves quienes dando vida al refrán, literalmente clavan pico. Luego sobre el camino conoceremos los moradores del barrio: armadillos, mapaches, zorros grises, pizotes, tarántulas y otros no muy amigables bichos que inquietos ante los intrusos se abren paso por doquier.
Al fondo se escucha un salto de agua que da cuenta de la fuerza de su caída. Luego al paso surge el estanque de las ranas perdidas; se trata de algunas especies a punto de despedirse por completo del planeta Tierra pero que en esa laguna encontraron la oportunidad que esperaban.
La gran sorpresa como en los mejores circos, queda para el final. Es cuando el trayecto concluye con el Ficus, un esplendoroso árbol conocido como el “ahorcado” porque en su vientre yace el árbol que devoró. ¿Alguna vez ha estado en el estómago de un árbol? Posiblemente tiene unas 500 navidades y no para de almorzarse a su víctima. Empieza desde la copa y extiende sus raíces sobre nuestros pies. Mejor no quedarse mucho rato, puede que le gustes.
Es el mejor paseo noctámbulo que jamás tuve.