Filosofía de la tentación
Hace unos 20 años o más, cuando cursaba la carrera de Derecho en la Universidad de Costa Rica, conocer la obra de Alexis de Tocqueville (Francia 1805 – 1859) fue una proeza académica y personal gracias al profesor de Filosofía del Derecho, don Ramón Madrigal (RIP).
Pero la filosofía es más que una experiencia académica. Son necesarias las experiencias filosóficas para poder asumir opiniones y actitudes en la vida.
Las experiencias filosóficas son en palabras de Kart Jaspers, "situaciones límite", incógnitas cuya solución exacta está más allá de nuestro alcance, pero frente a las cuales debemos responder de una manera u otra.
Aquí voy con la mía.
Por regla y sin excepción, con Filosofía del Derecho siempre “anduve dejando los pelos en el alambre” y con el profesor Pedro Haba “nunca die pie con bola”.
¿Para qué? Decíamos. “Esta materia es un coladero” y “no sirve de nada” decían otros.
Una vez, ansioso hasta la coronilla por saber si había aprobado el examen final, iba todas las tardes a la pizarra de corcho para ver si don Ramón ya había colocado su lista de notas, como recibo de supermercado
Hasta que coincidimos. El profesor me invitó a pasar a su cubículo. Me dijo: “Hágame un favor, tengo que revisar otros exámenes, tome estos que ya están calificados y páseme las notas a la lista de alumnos”.
Acepté el encargo. Fue cuando descubrí que de nuevo estaba por perder el curso.
Era mi oportunidad, si yo alteraba mi nota con un par de puntillos, me salvaría de tener que ir a las finales de nuevo.
“Me dieron el cuerno de la abundancia” pensé. “Arca abierta” diría el justo.
¿Era ético y correcto en relación con los otros compañeros que no estaban teniendo la oportunidad que se me presentaba?
Cuando tocó el turno de transcribir mi calificación a la lista, me tembló el pulso, sudaron mis manos, sentí el corazón saltar del pecho, sentí picazón. Todo de solo pensar que el profesor luego haría un chequeo y ¿Si no lo hacía?
De pronto miré a don Ramón sentado justo en frente, quien distraído hacia otras cosas. Pero sentí un pavor indescriptible.
In fraganti haciendo fraude universitario hubiera sido la sentencia.
No lo hice. Me clavé el 6 que obtuve y me fui resignado a la casa a estudiar.
¿Qué hubiera pasado si el profesor se hubiera ido?
¿Qué hubiera hecho usted si nadie lo hubiera visto?