Entre dos mares
Hace unos años me preguntó un amigo madrileño que por primera vez visitaba Costa Rica que él pensó antes de venir que éramos un pueblo cuya base gastronómica eran los mariscos.
-¿Por qué? – le pregunté
-Hombre, ustedes no ha dado un paso y están en la costa at- lántica ( léase correctamente como me fue pronunciado) y luego dan media vuelta y a otro paso están en la costa pacífica.
Luego continuó con una revelación en la que yo no había caído en cuentas.
-Pero resulta todo lo contrario, su alimentación de funda sobre el maíz, el arroz, los frijoles y las harinas. Todas las veces que pedí mariscos en la playa, me dijeron que no había y que lo mejor se lo llevaban para San José.- concluyó.
Pasó el tiempo, y hace no mucho un ciudadano de los Estados Unidos me preguntó si sabía navegar.
-No - le dije - y no conozco mucha gente que tenga un bote o que sepa navegar-
Pensé en barcos de papel, en los botes de pedal del Parque Nacional de Diversiones, en la banana tirada por una lancha en playas del coco y en la panga que me llevó de pesca un par de veces con mi padre.
¿Pero cómo si ustedes en este país prácticamente viven en la playa? Me respondió.
Y eso que no conoció el único acuario en serio que tenemos en Puntarenas, que por falta de recursos o yo que sé, solo cuenta con unos pocos maltrechos pelícanos, una tortuga que tambien fue aporreada y la colección de conchas y moluscos que fue donada por mi abuelo Manuel Valerio.
No tengo aun las respuestas a este enigma de la sociología costarricense.
¿Qué hacemos los ticos con nuestros mares, además de contaminarlos?