Cuando la vocación se lleva en la sangre
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Cuando la vocación se lleva en la sangre, sale a borbotones por doquier.
Sucede que un buen amigo médico internista e intensivista se acaba de jubilar.
Durante años, le escuchamos contar decenas de relatos de cómo sacó adelante a pacientes que estaban con la muerte detrás de la aduana.
El que cayó del techo incrustándose una baranda en el ano, el bebé prematuro de su madre embarazada con cáncer terminal, el herido de bala a quien ya le habían colocado la sábana blanca y que gritaba que aún no había muerto, entre otros muchos lázaros.
¿A qué te vas a dedicar ahora?, le consultaron.
Respondió que empezaría a colaborar con una universidad privada.
Al recordar que dicho centro de estudios anda un poco mal, le preguntaron:
¿Pero esa universidad … no es que anda un poquito malita?
“De eso se trata” respondió.
Sucede que un buen amigo médico internista e intensivista se acaba de jubilar.
Durante años, le escuchamos contar decenas de relatos de cómo sacó adelante a pacientes que estaban con la muerte detrás de la aduana.
El que cayó del techo incrustándose una baranda en el ano, el bebé prematuro de su madre embarazada con cáncer terminal, el herido de bala a quien ya le habían colocado la sábana blanca y que gritaba que aún no había muerto, entre otros muchos lázaros.
¿A qué te vas a dedicar ahora?, le consultaron.
Respondió que empezaría a colaborar con una universidad privada.
Al recordar que dicho centro de estudios anda un poco mal, le preguntaron:
¿Pero esa universidad … no es que anda un poquito malita?
“De eso se trata” respondió.