Árbitros
No cualquier persona puede ser árbitro de futbol. Una psicóloga que conozco dirigió hace un tiempo una tesis universitaria sobre el perfil emocional que debe tener un árbitro de fútbol.
Un árbitro es esa persona que, con gran valía, arriba en taxi a un estadio repleto de aficionados dispuestos a destrozar su carro.
Es esa persona que, en el medio del césped, todos están dispuestos a mentarle la madre mientras él debe hacer su trabajo.
Es esa persona que debe mantenerse frío y firme en sus decisiones a pesar de haberse equivocado.
Es esa persona que debe cumplir su tarea hasta el final de los noventa minutos a pesar de que miles de voces juren quitarle la vida.
En suma, se requiere mucho valor para ser árbitro.
Pero esto no basta. Un buen árbitro también debe contar con integridad moral: no debe favorecer a un equipo injustamente en detrimento del otro y debe conocer y respetar las reglas del futbol. En suma, al final del día un buen árbitro debe poner la cabeza sobre la almohada con la conciencia en paz.
El perfil emocional y los deberes éticos de los árbitros se me parecen a los de los políticos. Solo que a veces los oficiales del gobierno no respetan las reglas, favorecen a los suyos y, por diversas razones, tardan menos tiempo en la cancha.
Paradójicamente, al político se le perdona más sus errores que al árbitro.
¿Será que la riqueza que génera el futbol impide gozar de las mismas indulgencias sagradas que tiene la política ?