La virgen de los partidos
En el barrio de clase media desamparadeño donde crecí, ahi había de todo. Amas de casa, maestras, comerciantes, profesores, contadores y secretarias. Había bandos de todo tipo. Pandillas y otras argollas como es natural.
Algunos en escuelas públicas y otros en privadas. Unos en bicicleta de primera clase y otros de segunda, pero todos montados.
Pero, lo más inusitado de este barrio fue el fervor político de muchos de sus vecinos. De manera particular, tuvimos la distinción de contar con ilustres diputados y hermanos de diputados desde los de derecha hasta los comunistas, segun ellos mismos se autodenominaban.
Hace unas cuatro décadas, durante las elecciones, cada cuatro años los techos de las casas se anegaban de banderas multicolores. Una vez, hasta una de las casas se transformó en centro de operaciones para un día de las elecciones.
Pero como en la Guerra Fría entramos en conflicto, competencia, riña y disgusto.
Tal como entre gobierno y oposición en la Asamblea Legislativa, esta situación generó disputas entre vecinos. Y al mejor estilo de Shakespeare con Romeo y Julieta, los noviazgos entre chicos de distinto partido estaban proscritos.
La religión, sin tener culpa de nada, quedó en medio de los banderazos.
Para ponerle más sabor a la olla, como buen barrio de tradición católica, se acostumbraba circular una estatuilla de la Virgen María por las casas para que -por uno o dos días- cada familia rezara y pidiera sus favores.
Organizados como cofradías, de pronto surgieron dos esculturas a la Vírgen María, la del Partido Unidad y la del Partido Liberación Nacional.
Dependiendo de la tradición política de cada familia, cada virgen era adorada en casas diferentes, con la ventaja para aquellos que eran “pancistas”, de orar dos veces con lo cual seguramente contaron con la bendición celestial por partida doble.
El problema era para los indecisos, los apáticos o los que votaban nulo, quienes quedaban excluidos de la oportunidad de pedirle a la Virgen un par de favores.
Hoy, con todo esto de que ya nadie quiere saber de los partidos ni de la política, si los indecisos y otros desertores decidieran circular su propia imagen, tendríamos a la Virgen María en serios apuros.