Retrato familiar (sin fotoshop)
Esperando en el asiento de mi vehículo, mientras mi esposa realizaba algunas diligencias en la municipalidad, una joven pareja discutía acaloradamente en pleno parque.
El, delgado como una salamandra, sin más espacio para otro tatuaje, sostenía en una de sus manos una bebida de lata y en la otra un cigarro. A decir verdad tenía cara de que había dejado sus ojos conservados en alcohol tal vez unas pocas horas antes. Con toda seguridad, un pobre diablo que tenía más cara de carcelero que de jornalero. Su adversario, una mujer gorda y maltrecha, discutía con él mientras que a intervalos daba pausas para llorar. Su cara de abatimiento me tenía atolondrado, pero mi destrozo vino al mirar sobre el suelo, al filo del caño, a un niño de unos cuatro años, con peinado de moco de gorila, que se entretenía con una bolsa de papas o alguna de esas porquerías.
Entre regañadas al mocoso, llantos y reclamos, ella sacada de su raquítico bolso, algunas monedas para entregárselas al modelo de marabunta quien no se inmutaba ni un instante al ver el caudal de lágrimas de su mujer. Un verdadero verdugo de la empatía.
Intrigado y conmovido por este inusitado acto urbano, mi celular volvió a ser mi comodín para continuar curioseando la prolongada lucha que llevaba ya bastante rato, mismo que llevaba mi esposa debido a la burocracia municipal.
De pronto, luego de firmar la paz los tres modelos de este retrato familiar transitaron justo a mi lado hasta que los perdí de vista.
¿Porqué discutían?, ¿cuánto tardaría la tregua?, ¿Que será de la criatura al borde del caño?
¿Cuantos más posan para este retrato?