Los Monge
De don Luis Alberto Monge no se ha dicho todo. Ha hecho falta decir que fue la primera alma de este mundo de la política con quien tropecé. Tendría yo tal vez unos 12 años cuando le estreché la mano a don Luis Alberto. Fue impresionante, lo confieso, era una figura pública de carne y hueso. Hasta entonces, Figueres, Oduber y Carazo eran para mi solo hologramas de la televisión. Y eso que aún no era presidente.
Sucede que dicen por ahí que don Luis Alberto era primo de mi abuelo Mario Monge. Eso no lo sé, sólo sé que don Luis se organizó una fiesta en el Hotel Irazú cuyo dueño era don Bernardo Monge de quien parece que también era primo. Y bueno, los invitados éramos todos los de apellido Monge. Todo a las vísperas de las elecciones presidenciales de 1982.
Muchos años después, la última vez que di con don Luis Alberto, no hace mucho, ocurrió en el restaurante Andiamo La en Santa Ana donde él apaciblemente almorzaba con su familia.
A pesar de que he visto, saludado y hasta trabajado con un puñado de fíguras públicas de esté país, pasó por mi mente remembrar ese deseo infantil de volver a estrecharle la mano a don Luis, pero preferí no interrumpir ese sagrado momento con su allegados.
Lo que don Luis Alberto Monge nunca supo fue que buena parte de mi familia Monge nunca votó por él en sus compañas electorales.
Es decir, que no es cierto que la sangre jale.