Blindaje contra lo improbable
Nos gusta obtener pequeñas ganancias diarias en la bolsa, aun cuando ello exija que arriesguemos a perderlo todo de un golpe.
No es revelador, pero hay que decirlo. Mantener a raya nuestros impulsos y ejercer el autocontrol nos aleja de los nocivos efectos de la desconsolada sorpresa que arroja la impulsividad.
Víctor Niederhoffer, un millonario inversionista norteamericano apostaba a favor de una enorme probabilidad de ganar todos los días una pequeña cantidad de dinero y contra una pequeña probabilidad de perderlo todo de súbito. El 27 de octubre de 1997, en un desplome de la Bolsa, quedó cual indigente de Brooklyn. Sin techo, obras de arte y su bote.
La verdad es que nos atraen los Niederhoffer, porque en el fondo todos los somos. Equivocadamente relacionamos el riesgo a un gran fracaso y lamentablemente lo negamos.
“Eso le pasa a otros, a mí no” suele afirmar la gente. Sucede con el sida por ejemplo.
Los veo todos los días. Decenas de atrevidos transeuntes que atraviesan desesperadamente la carretera a la altura del Gimnasio Nacional para tomar sus autobuses. Justo debajo del puente peatonal.
La elevada probabilidad de tomar a tiempo el autobús a contrapelo de la disciplina de tomar el puente se obtiene todos los días en contra de la baja posibilidad de que un día un vehículo se encargue de demostrar que es cierto el efecto Niederhoffer.